Oscar Salamanca – NUT - Colombia

 

En una tumba del valle de los Reyes en Egipto me quedé impresionado por una pintura gigante de una figura femenina que ocupaba la bóveda celeste donde reposaba un faraón.  De inmediato me di cuenta que Dios no existe, no puede existir pues esa figura femenina representaba a la diosa NUT y ella ya ha dejado de existir, ha muerto porque en su lugar los humanos han fabricado otros dioses.


El video performance NUT, aunque surgió de la emisión de una majestad, en realidad habla de la situación de mundo en la que nos ha tocado vivir dentro de una contemporaneidad de la inconformidad y la extrañeza. A cualquier parte que miremos surge la sospecha en todo sentido, dudas de realidad, confusiones de verdades, desplazamientos del dolor, pero lo más desesperanzador tiene que ver con la idea de la paz.
La paz es un abstracto que por demás se comporta como una utopía, pues la esencia de humano consiste en conservar culturas en invernaderos ínsula que se protejan de los peligros de lo de afuera y lo de afuera no es nada más que el otro. En el genocidio sionista de Gaza quedó muy evidente que la guerra es destruir la madre y la cría, pues representan el núcleo de la sociedad. La paz sería rodear el núcleo frente a la amenaza, hacer algo y está visto que los que pueden hacer algo son los políticos y los artistas.


Los políticos se mueven por intereses pragmáticos, los artistas simplemente aparecen en el escenario sobre una cuerda floja con obras esenciales que se ofrecen a un mundo sin paz, con muchos dioses muertos, pero todos deseosos de una protección matrística del cosmos convertido en cosmética. El artista equilibrista al que todos esperan en su último acto performático definitivo. Lo que ocurre es que el mundo del arte atravesado del pragmatismo del capital y del político no dejan espacio para la obra crítica.


En el video performance NUT las claves que aparecen no son de carácter descriptivo acerca de los problemas de la configuración de mundo huérfano de paz, ya que las narrativas tienden a concatenar escenarios y acciones disruptivas basadas en el enmascaramiento, así como en la sucesión de acontecimientos, la mayoría autorreferenciales, todos ellos deudores de una práctica de la pintura y el dibujo constante. Quiere decir que el videoarte no responde claramente a una temática que implique cierta toma de decisiones políticas relativas a la paz o su asedio, sino que el trabajo reacciona desde collages de realidad, a los influjos de una época del planeta tierra visto como una nave estelar colapsada.